22/1/08

FELLINI, palabras

El maestro Fellini dejó, además de una filmografía ya mítica y muy personal, algunas palabras sobre su vida y obra.

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Soy un mentiroso, pero sincero.
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Me reprochan no contar siempre de la misma manera la misma historia. Pero esto sucede porque me invento desde el principio toda la historia, y encuentro que repetirme es aburrido para mí y poco amable para los demás.
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Leo preferentemente historietas gráficas, actas de procesos, libros de historia, ensayos, a veces poemas, rara vez novelas.
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No voy casi nunca al cine. A veces entro en uno, veo un trozo de película y luego me salgo. No oigo jamás la radio. Ni miro nunca la televisión. No he visto en toda mi vida un partido de fútbol. No me gustan las recepciones. No me gusta la conversación.
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Sólo me aburro cuando me veo obligado a estar con gente a la que no conozco, intercambiando palabras inútiles.
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Nunca puedo estar tranquilo. Tengo que desplazarme continuamente. Me gusta ir en automóvil. Así es como veo frecuentemente a mis amigos: circulamos juntos por la ciudad. Me gusta ver aparecer y desaparecer las imágenes por la ventanilla mientras hablo.
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Me gusta el movimiento a mi alrededor. Esta es sin duda la razón por la que hago películas.
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Cuando introduzco en mis películas personajes un poco extraños, la gente dice que exagero, que hago Fellinadas. Al contrario, en relación con lo que me ocurre todos los días, tengo la sensación de atenuar, de moderar singularmente la realidad.
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No quiero demostrar nada, quiero mostrar.
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Me gustan las casas en construcción, los barrios en demolición...
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Cada vez que hago algo tengo la impresión de correr al borde de un abismo, me parece que me voy a romper el cuello.
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Nada es más triste que la risa; nada es más hermoso, magnífico, estimulante, y enriquecedor que el terror de la desesperación profunda. Creo que cada hombre, mientras vive, es prisionero de este miedo terrible, en el cual toda prosperidad está condenada a fracasar, pero que guarda, incluso en su abismo más profundo, esa libertad esperanzadora que le permite sonreír en situaciones aparentemente desesperadas. Por eso la intención de los auténticos escritores de comedia -es decir, los más profundos y honestos- no es de ningún modo divertirnos únicamente, sino abrir desgarradoramente nuestras cicatrices más dolorosas para que las sintamos con más fuerza. Esto se puede aplicar a un Shakespeare y a Moliére tanto como a Terencio y Aristófanes. Por otro lado, no existe un verdadero poeta trágico -estoy pensando en Eurípides, Goethe, Dante- que no sepa cómo mantener sus sufrimientos más terribles a una cierta distancia irónica.
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