Jean Vigo, que falleció a la edad de veintinueve años, dejó un legado de algo menos de tres horas de celuloide, lo que no le ha impedido ejercer una influencia más decisiva en la historia del cine que otros realizadores de trayectoria extensa. El culto póstumo que se le rinde como mártir romántico tiene sus raíces en su infancia, marcada por la enfermedad y por la muerte de su padre, el militante anarquista Miguel Almereyda, quien falleció en prisión probablemente estrangulado. Jean, que compartía totalmente los ideales de su progenitor, pasó su juventud en diversos internados, oculto al principio bajo nombres falsos. Rodó su primer cortometraje A propósito de Niza (1930), un documental sarcástico sobre la hermosa vida en la Riviera, con una cámara Derbie usada. Tras dirigir Taris o la natación / Taris, rey del agua (1931), el retrato de un nadador, Vigo conoció a una persona decisiva en su vida, el productor independiente Jacques-Louis Nounez, que colaboraría con él en sus siguientes filmes. Por entonces, el realizador ya trabajaba con el ruso Boris Kaufman, hermano del venerado cineasta de vanguardia Dziga Vertov, quien ejerció de director de fotografía.
El resultado fueron los 44 minutos de Cero en conducta (1933), en los que Vigo narró sus amargas experiencias escolares. La película era una revuelta poética contra el sistema educativo y se resistía a cualquier tipo de lógica formal, al igual que los estudiantes de la cinta se mostraban indiferentes ante los intentos de sus maestros por imponerles disciplina. El filme, que estuvo prohibido hasta 1945, era considerado una reliquia de culto por los cineastas de la nouvelle vague, sobre todo por François Truffaut. Jean Vigo, apreciado entre sus colaboradores por su extraordinario sentido del humor y amabilidad, no pudo disfrutar de su prestigio. El rodaje de L'Atalante (1934), su único largometraje, tuvo lugar en invierno, lo que resultó mortal para su ya castigada salud.
Innumerables realizadores han reconocido la influencia decisiva de esta obra que suele compararse con Amanecer (1927), de F.W. Murnau, por la exuberante poesía de sus imágenes. Entre los diversos homenajes cabe destacar el que llevó a cabo Bernardo Bertolucci en El útimo tango en París (1972).
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(en Cine de los 30, Jürgen Müller, Taschen 2006)
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Jean Vigo nació en París el 26 de abril de 1905, donde murió el 5 de octubre de 1934.
En mi opinión las dos mayores tragedias de la historia del cine fueron las prematuras muertes de Murnau y de Jean Vigo, dos poetas del cine, arrebatados por la vida.
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